Ana García De Fernández Psicóloga con maestría en Educación Inclusiva e Intercultural, Educación Especial y Terapia Familiar
Comparar la escuela regular con la escuela de educación especial es un tema que ha tomado gran relevancia en los últimos tiempos. Pero vayamos por parte: Es cierto que la escuela regular para niños en condición de discapacidad puede ser muy favorable, pero bajo la condición de que el niño cuente con las adecuaciones necesarias, los conocimientos previos para manejarse en una escuela regular y, sobre todo, la asistencia de un maestro de apoyo que le permita adquirir esos aprendizajes. El problema en todo caso no reside en el alumno, sino en la falta de capacitación del docente en el tema de la discapacidad. De contar con este especialista de la educación, a simple vista, el niño no tendrá ningún otro inconveniente que le impida ser competente.
Creo firmemente que se puede incluir a un niño en condición de discapacidad en una escuela regular, siempre y cuando se hagan los ajustes razonables adecuados y se cuente con el personal de apoyo necesario. De nada sirve incluir a un niño con discapacidad visual en una escuela regular si no cuenta con un profesor de apoyo que le enseñe el sistema Braille, por ejemplo. Porque de qué otro modo podría incluirse a ese niño en un aula regular si no tiene esos conocimientos y además quién podría ofrecérselos. La respuesta es un maestro de apoyo, especialmente en aulas donde hay 34 estudiantes o más.
Mi siguiente pregunta es si está capacitado el maestro nuestro para enseñar el sistema Braille a un niño con discapacidad visual y la respuesta es no, por lo tanto, dejémonos de construir sueños utópicos. Entiendo que sí se puede incluir a una persona en un aula regular, pero necesitan crearse los ajustes razonables adecuados y los recursos necesarios para que el niño pueda desempeñarse en igualdad de condición que los demás.
Asimismo, el rol de la educación especial en este proceso de inclusión debe tomar en cuenta que no todos los niños pueden asistir a una escuela regular desde el primer momento. Por ejemplo, aquellos con discapacidad múltiple, como parálisis cerebral y discapacidad intelectual, deben asistir antes a una escuela de educación especial que les brinde las herramientas adecuadas para aprender según sus capacidades ya que la educación especial también contribuye con los procesos de inclusión al preparar a los estudiantes para ser incluidos en escuelas regulares.
Es de vital importancia distinguir entre aquellos estudiantes que deben estar de manera permanente en educación especial y aquellos que deben solo estar de manera transitoria. Una muestra palpable de lo dicho son los estudiantes con discapacidad auditiva; ¿Cómo pueden ser incluidos en un aula regular si no cuentan con el conocimiento del lenguaje de señas? ¿Dónde se supone que lo han aprendido? Pues de seguro en una escuela para personas sordas, por lo tanto, dejemos de vivir con la idea quimérica de que las aulas y escuelas especiales deben desaparecer. De hacerlo, estaríamos eliminando la columna vertebral de la inclusión educativa.
Otro punto importante a tratar es la creación de aulas específicas transitorias para la inclusión educativa por parte del Ministerio de Educación, decisión que se aplaude porque permite a muchos niños prepararse y adquirir las habilidades necesarias para incluirse en aulas regulares con niños que desconocen de sus discapacidades y necesidades. Estos niños, al pasar por un aula de transición o específica para la inclusión educativa, están aprendiendo a convivir con su discapacidad y cómo aceptarla, así como a contrarrestar los retos que esta presenta.
Me voy más lejos: muchos niños o adultos ciegos han ingresado a la educación regular sin contar con capacitación en el sistema Braille. Como persona con discapacidad visual, puedo afirmar que hay muchos jóvenes que terminaron su bachillerato, pero son analfabetos funcionales; desconocen cómo se escribe correctamente o cómo usar la ortografía adecuadamente. Esto sucede porque fueron formados solo de forma auditiva; escucharon grabaciones o recibieron instrucción oral, pero dejaron la escritura a un lado. Lamentablemente, esto ocurre porque ni el maestro tiene la capacitación necesaria ni el estudiante sabe cómo desempeñarse al mismo nivel que sus compañeros en cuanto a escritura.
Es realmente lamentable que esto esté sucediendo y muchos no lo notan porque no conviven con esta problemática, pero quienes estamos inmersos en el mundo educativo para personas con discapacidad visual sabemos perfectamente de qué estamos hablando. Hay muchas personas ciegas supuestamente formadas como bachilleres e incluso como profesionales a quienes les resulta imposible redactar correctamente un texto y eso pudo haberse evitado si estas personas se hubiesen capacitado en Braille desde temprana edad.
Finalmente, somos de la opinión de que ambas modalidades educativas son necesarias: la inclusión de niños en condición de discapacidad tanto en aulas regulares como en escuelas especiales, pero es necesario que seamos inclusivos, conscientes y realistas. Mientras sigamos viendo la inclusión solo como una aspiración romántica y no como una necesidad urgente, no avanzaremos lo necesario por este largo y empinado camino para llevar una educación funcional, real y efectiva a quienes más lo necesitan.

Ana García De Fernández
Psicóloga con maestría en Educación Inclusiva e Intercultural, Educación Especial y Terapia Familiar